LAS ESCUADRAS

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Descripción

El vértice, punto común de convergencia o de divergencia de dos líneas, es un elemento primordial en la representación gráfica de multitud de fenómenos. Se podría decir que, sobre todo, el vértice es un símbolo gráfico, un instrumento de representación y que en esencia es la síntesis de un acontecimiento.
El punto donde dos caminos se separan, dos ríos confluyen, la línea donde termina un plano y comienza el otro, cualquier cambio de sentido, un pliegue, la disyuntiva entre dos posibilidades, la ramificación del crecimiento y la evolución, la reticulación de un plano, la descomposición planar de un volumen, el itinerario de un razonamiento lógico, la estructura computacional, la formulación algorítmica y, en definitiva, el lenguaje y el pensamiento, pueden representarse mediante un sistema gráfico gracias a la invención de este elemento básico. Incluso en la representación de sucesiones temporales, como en el caso de los árboles genealógicos, el vértice es el mejor recurso gráfico.

En arquitectura, el vértice por excelencia es el que forma un ángulo recto, la escuadra. No siempre fue así, porque todas las culturas primitivas prefirieron la línea curva a la recta debido, seguramente, a la mayor cohesión que proporciona el círculo y la facilidad que ofrece para colocar sobre él un cerramiento en forma de bóveda o de cono. Egipcios, griegos y romanos consolidaron la arquitectura de base rectangular tal como la recoge Vitruvio en su tratado De Architectura.

Desde entonces, el arquitecto ha sufrido la tiranía del ángulo recto. El trazado de las redes viarias y la parcelación urbanística, la racionalización economicista del espacio y los elementos prefabricados, hasta los propios materiales, empezando por el ladrillo, todo en general, lleva al arquitecto a tener que aceptar la escuadra como condición y norma elemental de su trabajo. El resultado es la pérdida de subjetividad, la estandarización y la limitación expresiva, en definitiva, la normalización.

Sin embargo, este juego, La escuadra, nos descubrirá las posibilidades perturbadoras de la norma y de la objetividad que tiene el ángulo recto cuando se comporta como accidente y no como unidad sin significado. Basta con someterlo a un leve giro, alterar una serie, someterlo a una perturbación momentánea, ironizar sobre la función obvia, para que se transforme en acontecimiento y produzca una experiencia imprevista.